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TRABANT:
De pesadilla a souvenir...

Por PEPE FORTE/ Editor del Canal de Autos de iFriedEgg.com,
y conductor de AUTOMANÍA, programa radial dominical
sobre la industria y el mercado del automóvil,
domingos desde las 12:00pm ET
por WQBA 1140 AM en Miami, Florida,
una emisora de Univisión Radio.

Gracias a la ayuda de mi amigo el finado Roberto Ávalos, una versión radial,
más breve que este artículo, fue grabada por su autor en 1993 para Radio Martí.
De aquel escrito nació este.

Todas las fotos del autor. Unas tomadas en las calles de Dresden durante su visita a Alemania en el 2003, y otras son pertenecientes a su archivo personal.

Actualizado con texto y nuevas fotos en septiembre de 2012,
al final del artículo original.

La Diatriba del Trabant, caray. No voy a decirles qué significa diatriba —que para eso están los diccionarios— pero sí les contaré qué era el Trabant. El Trabant fue un engendro mecánico que fabricó desde finales de los años 40 hasta 1989 la hoy desaparecida República Democrática Alemana —que no era república y mucho menos democrática—; es decir, la Alemania Oriental o comunista. Se trataba de un auto diminuto de cuatro plazas y dos puertas, ruidoso como la más malhumorada motocicleta, con un insípido diseño innato y que no hizo otra cosa que empeorar con el tiempo.

Inicialmente conocido como AWZ por las siglas de la fábrica,—la VEB Sachsenring Automobilwerke Zwickau de Zwickau, en Sajonia, identificada también como IFA—, la facilidad fabricaba el camión del mismo nombre y la motocicleta MZ.

Desde 1958 se le llamó Trabant. Trabant significa en alemán satélite, y es probable que la Alemania del Este le bautizara así para congraciarse con la Unión Soviética, que en octubre de 1957 colocó en órbita el primer Sputnik.

Nada notable como vehículo, sino todo lo contrario, la trascendencia del Trabant está en su simbolismo: fue el emblema perfecto de la empobrecida sociedad totalitaria.

Los Trabis, como le llamaban sus infelices propietarios en un desesperado intento de afecto, fueron una pesadilla y un verdadero castigo para quienes los poseyeron, porque nunca existió tan inigualable compendio de ineficiencia automotriz. El Trabant era feo, incómodo, se rompía y, por si fuera poco, fue un dedicado delincuente ambiental; su pequeño motor emitía 5 veces más monóxido que un auto standard de la Alemania Occidental. Al observar un Trabant, uno se preguntaba cómo en un lado de Alemania se fabricaban los mejores coches del mundo, mientras que en el otro, el peor. La respuesta no puede llevar otro matiz que político…

En realidad, el Trabant nunca fue planeado para ser un auto "normal" en el lenguaje del mercado de Occidente. De ahí su extraña evolución. Su boceto inicial apuntaba una motoneta triciclo, pero en el último minuto decidieron convertirlo en auto.

La producción del Trabant era cuasi artesanal. Las patadas, los tirones y los puñetazos propinados por el obrero en la ¿línea de montaje? formaban parte del ajuste final del ensamblaje del coche, cuyas puertas y capó aún en el último pie de carrilera de producción, se negaban a cerrar.

En 1955 debutó en la Feria de Leipzip el modelo P70. Lo de "P" respondía a su carrocería de plástico. Fue el primer coche alemán plástico, lo que podría parecer revolucionario. No lo era; la Alemania comunista atravesaba entonces por una seria crisis metalúrgica. El material fue bautizado con el nombre de Duroplast, una resina fortalecida con lana.

Por su simpleza, el Trabant pretendía emular —quiméricamente, apuntamos nosotros— al Volkswagen Werk...

El P70 estaba dotado de un motor de 2 tiempos y 2 cilindros, de 690 cc de cilindrada, enfriado por aire, y desarrollaba unos anémicos 22hp. Era una pésima copia de un DKW de antes de la guerra. Tenía tracción delantera, una pesadillesca transmisión manual asincrónica de 3 velocidades y lograba máximo —tal vez con buena suerte y viento de cola— 90km/h (55mph). Le tomaba 21 segundos alcanzar las 62mph. Sin embargo, rendía 34mpg. Carecía de reloj para el combustible, de manera que para saber cuánta gasolina quedaba, había que introducir en el tanque una varilla como la del aceite.

Ese modelo fue el que prácticamente se congeló en el tiempo y, con leves cambios, llegó casi inalterable hasta la caída del muro de Berlín. Luego se incorporó una suerte de station wagon al que los alemanes sarcásticamente llamaban la "limusina". Y ésta fue acaso la única virtud del Trabant, pues constituía aún en la propia Alemania Oriental, una inagotable fuente de chistes populares. Allí se decía que el Trabant era tan malo que el director de la fábrica prefería una bicicleta, o que el oprobioso muro de Berlín no lo levantó la Alemania Oriental sino la Occidental, para protegerse del humo de estas pequeñas bestias mecánicas.

¡Pobre Trabant!, ocupaba el último lugar en la terrible nómina de los "autos de la esquina roja", los construidos por los paises comunistas. Por desabrido, hacía lucir cual coches de lujo en las calles de las capitales de Europa del Este a los tampoco admirables Moscovitches, Dacias y Warsavas. Para colmo, a mediados de los 60 tuvo que competir con un compatriota ligeramente mejor acabado, cuando la RDA puso en circulación el Wartburg.

Existieron varias versiones principales del Trabant, originarias en el ensayo que fue el P70; el 500, conocido como P50, producido entre 1957 y 1963, y el 601 (o la serie P60), del 63 al 1989.

Como la lista de espera para recibir un Trabant demoraba meses y meses y no había modo de reemplazarlo, sus propietarios se esmeraban en su cuidado y mantenimiento, y ésa es posiblemente la causa de que un Trabant tenía una expectativa de vida de 28 años.

El Trabant nunca llegó a América... con una sola y deshonrosa excepción: Circuló en Cuba castrista, pero ni llegaron a 10 unidades. Los pocos Trabants que vio La Habana pertenecían al cuerpo diplomático de la RDA en La Isla.

El inventario de fatalidades de los Trabis cuenta con más: cuando la Alemania reunificada heredó cerca de tres millones de éstos —que sus dueños se apresuraron a cambiar por VW's—, al intentar deshacerse de ellos masivamente se topó con la dificultad de que, siendo plásticos, no se podían reciclar por temor a dañar a la ya maltrecha capa de ozono. El Trabant fue un problema en uso y también en desuso. Ni siquiera el término "limón", con que en Estados Unidos se define popularmente a los peores automóviles, alcanza para calificarlo; el Trabant era el limonero, porque con tantas espinas, no había por dónde entrarle…

¿Algún momento de gloria? Bueno, al final de su historia se construyó un modelo, el Trabant 1.1, cuya designación respondía a la cilindrada de su motor, en este caso ajeno, el mismo del VW Polo, de 4 tiempos y enfriado por agua. Sucedió que poco antes de la caída del Muro de Berlín, las dos Alemanias cooperaron para mejorar el Trabant. Además del citado motor, se le dotó de frenos de mejor calidad, nuevos intermitentes, amortiguación MacPherson y una parrilla revisada. Pero tras la unificación de Alemania el Trabant no supervivió el crossover, porque los ciudadanos de la Alemania ex-comunista preferían los coches de segunda mano —que era lo que a duras penas podían aspirar— de la Alemania capitalista. En 1991, el Trabant murió.

Por esa época, participante del Rally Acrópolis de Grecia, para sorpresa de muchos, se llevó una presea. Como para llorar...

Hoy, el Trabant ha quedado como vestigio de una era desaparecida para bien. Y por ello es que ahora goza de la popularidad de las rarezas, las reliquias y los entes en vías de extinción. Existen clubes de fanáticos en el Reino Unido, Nueva Zelandia, Hungría, y hasta se fabrica como maqueta a escala.

En el 2009 corrió la noticia de que el Trabant sería resuscitado en una nueva versión retro, animado por electricidad.

En septiembre del 2003 asistí al lanzamiento internacional del Volkswagen Phaeton, en Dresde y Berlín, y pude ver, cual fósiles, a algunos de ellos tamborileando sobre los adoquines de la capital sajona de Alemania, cruzando los puentes del Elba, o paseando por el costado de la Puerta de Brandenburgo o estacionado junto al muro de la infamia en una callejuela oscura. Qué par. Mientras, una nube de turistas les señalaban con el dedo y los fotografiaban como si fuesen OVNIs o una especie superviviente, escapada de entre las grietas de la más carcomida historia. Algunos todavía en manos de ciudadanos; otros, anunciando excursiones.

¿Se puede comprar en la actualidad el Trabant? ¡Oh, sí!, más que nunca. En cualquier esquina de casi toda ciudad alemana se venden como pan caliente... en forma de llavero o pisapapeles por cuatro o cinco euros. Y, vaya ironía... ¡todo el mundo quiere uno!

Nota Bene:

El vector a la libertad

Hay que reconocer una gloriosa honra al Trabant: Durante los ominosos años del Berlín dividido por el muro, algunos ciudadanos del lado oriental ganaron la libertad escapándose a bordo de Trabants cuyos conductores, que vivían allí pero trabajaban en la zona occidental, contaban con un salvoconducto para cruzar diariamente el punto de control.

El ingenio de los berlineses orientales para huir del comunismo le llevó a soluciones lo mismo desesperadas que peligrosas, como esconderse no sólo en el maletero o en falsos equipajes, ¡sino en el compartimiento para el motor bajo el capó del vehículo! De este modo, el Trabant fue el vehículo a la libertad de muchos alemanes.
 
A CONTINUACIÓN, IMÁGENES Y TEXTO AGRAGADOS
AL CUERPO ORIGINAL, EN SEPTIEMBRE DEL 2012
(TODAS LAS FOTOS SON DEL AUTOR):
 

En el mismo mes —septiembre—, del año 2012, cuando se cumplían exactamente 9 años de la primera visita de este servidor a Alemania, volvimos a viajar a ese país, sólo que esta vez en lugar de recorrer Berlin y el lado sajón del país —Dresden—, como hicimos entonces, nos dirigimos a Baviera, particulamente a la ciudad de Nüremberg. En aquella oportunidad y sitio vimos apenas un grupo de Trabants supervivientes de la era comunista, tan pocos, que bastaban los dedos de una mano para contarlos. Mas ahora, en la ciudad cuna de Alberto Durero, no encontramos ni uno. Sin embargo, al visitar Praga y Budapest en esta jornada por Europa del Este, para nuestra sorpresa nos topamos con muchísimos de tales vehículos en las dos ciudades, y pudimos ver en acción el Club de Trabants de la capital húngara que citamos encima en el artículo original.

Es cierto que hallamos pocos en explotación ordinaria —aunque más que en Alemania en el 2003—, pero sí pudimos apreciar una caravana de Trabants que sirve a los turistas, a un costado del Mercado en la Avenida Vámhás, al pie del Puente Cadenas.

A continuación, fotografías de este encuentro:

Esta es la caravana de Trabants del club de Budapest que, en manos privadas, divierte a los turistas de la capital húngara.
Sus propietarios, llenos de un entusiasmo por el vehículo que de seguro antes no les asistía, ahora cortésmente saludan a los interesados y les muestran el interior y el motor del Tabant, para demostrar que se trata... ¡de un "original"!
A sólo un par de cuadras del Mercado, en el gélido Ice Club (El Club de Hielo de Budapest), que imita un iglú esquimal y en el que hay que abrigarse seriamente para entrar, encontramos como parte de la decoración un Trabant de agua congelada.
En el lado de Buda en la capital húngara, próximo al Bastión de los Pescadores, hallamos otro Trabant del que su dueño obtiene donaciones del visitante por exhibirlo.
Limosna con escopeta: "Su donación será empleada en mi mantenimiento. Gracias", reza la exhortación.
Este Trabant, al que agregaron sobre el capó un conjunto de luces, anuncia un establecimiento de masajes Thai en Praga, República Checa.