Chrysler quería no una maqueta, sino un vehículo real, con motor, transmisión y suspensión y todo. En fin, terminado, manejable…
El motor —¿adivina?— era un un V-8 Hemi de 5.4 litros que generaba 235HP, acoplado a transmisión automática que se operaba por botones en la consola. Sin embargo, lo mas difícil de ejecutar para Ghia no fue la parte mecánica sino el techo sin columnas o pilares, que se apoyaba sólo en la parte trasera y en el borde superior del parabrisas delantero. A la vez, se trataba de un sunroof eléctrico, lo que complicó más aún su solución.
Tras casi año y medio de construcción y una inversión de Chrysler de $150 mil dólares, el coche estuvo listo el 17 de julio de 1956 para ser embarcado en un huacal de madera en el siguiente viaje del Doria. El vehículo se iba a exhibir en el Auto Show de Detroit en 1957 pero, a bordo del Andrea Doria, cuando éste se hundió, se malogró.
Chrysler perdió interés en retomar el proyecto.
De todos modos, la firma italiana ganó notoriedad con la ejecución del modelo Karmann-Ghia de Volkswagen, gloria que todavía dura.
El Andrea Doria tenía espacio en sus bodegas para 50 autos, y entre los que se perdieron al hundirse estaba un Rolls Royce. |