Barry MANILOW:
A Christmas Gift of Love

Su segundo disco de Navidad.

 
(Recomendamos leer también review del primer disco de Navidad de Manilow, Because it's Christmas, y el del Vol. XXV de Chicago. Pulse sobre el nombre para ir a cada review).
 

Por PEPE FORTE
Publicado en diciembre del 2002 en MUNDO DEL DISCO, revista para la industria y mercado discográficos, de la que editor de este
webiste era su publisher:

 

Tras regresar tibiamente a los charts de venta con Here at the Mayflower en el 2001, pero luego más vigorosamente en el 2002 con Ultimate Manilow —una compilación de grandes éxitos—, Barry Manilow llega a las discotiendas desde el 12 de noviembre con A Christmas Gift of Love, su segundo disco de Navidad.

Because It’s Christmas Part II
A Christmas Gift of Love puede ser considerado la segunda parte de Because It’s Christmas, de 1990, el primer disco de Navidad del artista. Habiendo ‘quemado las naves’ en ése con los esenciales clásicos navideños Jingle Bells; Silent Night; The Christmas Song; White Christmas, y hasta una pícara versión de Baby, It’s Cold Outside, ahora Manilow agota el repertorio de rigor con lo que quedó en la media que cuelga de la estufa al cantar Winter Wonderland; Santa Claus is Coming to Town, y I’ll Be Home for Christmas.

A pesar de contar con una producción a todas luces menos puntillosa que la de Because It’s Christmas, empero A Christmas Gift of Love es más navideño. Because..., un poquito intemporal, suena bien incluso en agosto. Mas, a A Christmas Gift..., por su layout y con las típicas orquestaciones de temporada, es fácil imaginarlo como el apropiado fondo musical mientras se decora el árbol de Navidad.

El disco es bueno en general; el momento más “manileano” del álbum es I’ll Be Home for Christmas, en tanto que el acostumbrado acento pop está en A Gift of Love, escrita por Manilow y uno de sus inseparables —Bruce Sussman—, y un poco también en la magnífica melodía River, de la gran Joni Mitchell.

Manilow and me...
Una consideración personal: volví a ver a Manilow en vivo a mediados de este año en una noche muy especial: en la que el Sunrise Musical Theatre de Fort Lauderdale, en el Sur de la Florida —auditorio en el que el mismo Barry e incontables estrellas se presentaron repetidas veces—, cerraba definitivamente sus puertas como sala de conciertos.

Vocalmente, estuvo impecable; sólo algunas leves transparencias en la voz, síntoma de que la edad ya comienza a visitar su diafragma. ¿Performance?, profesional: contando desde el estreno de Mandy, son casi 30 años de oficio. Treinta años... el mismo tiempo que me ha tomado a mí, describiendo una zigzagueante trayectoria de opinión, llegar a ubicar a Barry Manilow en su justa posición. Y rememoro:

Fue en una mañana de enero de 1975 cuando tenía 17 años, en la emisora de amplitud modulada WQAM de Miami, en la Florida, que escuché los primeros acordes de piano de una balada que cantaba un tipo de voz medio triste, que comenzaba diciendo I remember of my life... Era el debut de Mandy. Cuando la canción terminó, el DJ mencionó el nombre del intérprete, y yo entendí Perry Mellow (¡claro que un cantante así tenía que ser mellow..! Además, ¿quién que no hubiese visto el nombre escrito podría suponer la existencia de un apellido como Manilow?).

El asunto es que en el instante me volví su fan (años más tarde, a mis veintitantos, me odié a mí mismo por ello). Pero para mí, que en el ‘75 tenía mi primera novia, Mandy y Manilow, y Neruda y el Poema 20, eran las herramientas perfectas —¡qué pueril!— para el caso. Luego en el verano llegaría Could It Be Magic y, en los años subsiguientes, una verdadera catarata de superhits como I Write the Songs; Tryin’ to Get the Feelings Again; Weekend in New England; Looks like We Made It; Even Now y etc., etc., etc., y junto con el éxito, la etiqueta de cursi con que lo estigmatizó la crítica. De inmediato, BM fue inventariado sumariamente en el capítulo vergonzoso de la ‘música para elevadores’, donde ya le esperaban otros desahuciados. Y a mí, que mis amigos no me perdonaban que gustándome Pink Floyd y los cantos gregorianos de Palestrina, también me gustara el Barry, no me quedó más remedio que, como Pedro a Cristo, negar a Manilow antes del tercer disco. Hasta 1984, en que graba el exquisito 2 am Paradise Café junto a los grandes jazzistas Gerry Mulligan, Mundell Lowe, Shelly Manne y las maravillosas voces de Mel Tormé y Sarah Vaughan. Un disco ante el cual, incluso sus mas ácidos críticos, habrían de quitarse el sombrero.

Es con Paradise Café —en cierta medida padre de Because It’s Christmas y abuelo de A Christmas Gift of Love—, que recupero mi vergüenza para admitir que, como el esquife tras la goleta, siempre he navegado a gusto en la estela del vocalista ( y que digan lo que digan). Y a la larga, comprendí que Barry Manilow no es más que el crooner relevista finisecular de la generación de Frank Sinatra, Al Martino, Perry Como, Andy Williams y Tony Bennett. (Excuse me, pero tenía que ‘exorcizar’ esta opinión).

Un regalo de amor para la Navidad
Menos nostálgico de lo esperado, A Christmas Gift of Love es un disco de Navidad que, aunque sin muchas molduras, es de fina carpintería. Para quienes ya tienen Because It’s Christmas, representa su complemento a éste. Para quienes no, mi consejo es que adquieran ambos y que los toquen seguidos en el CD player como si fuese uno. No sólo será un magnífico ejercicio de praxis comparativa, sino un excelente concierto de canciones navideñas.

Volver arriba >>