Por PEPE FORTE
Publicado en diciembre del 2002 en MUNDO DEL DISCO, revista para la industria y mercado discográficos, de la que editor de este webiste era su publisher:
Tras regresar tibiamente a los charts de venta
con Here at the Mayflower en el 2001, pero luego
más vigorosamente en el 2002 con Ultimate
Manilow —una compilación de grandes
éxitos—, Barry Manilow llega a las
discotiendas desde el 12 de noviembre con A Christmas
Gift of Love, su segundo disco de Navidad.
Because It’s Christmas Part II
A Christmas Gift of Love puede ser considerado
la segunda parte de Because It’s Christmas,
de 1990, el primer disco de Navidad del artista.
Habiendo ‘quemado las naves’ en ése
con los esenciales clásicos navideños Jingle Bells; Silent Night; The Christmas Song;
White Christmas, y hasta una pícara versión
de Baby, It’s Cold Outside, ahora Manilow
agota el repertorio de rigor con lo que quedó
en la media que cuelga de la estufa al cantar Winter Wonderland; Santa Claus is Coming to Town,
y I’ll Be Home for Christmas.
A pesar de contar con una producción a
todas luces menos puntillosa que la de Because
It’s Christmas, empero A Christmas Gift of Love es más navideño. Because..., un
poquito intemporal, suena bien incluso en agosto.
Mas, a A Christmas Gift..., por su layout y
con las típicas orquestaciones de temporada,
es fácil imaginarlo como el apropiado fondo
musical mientras se decora el árbol de
Navidad.
El disco es bueno en general; el momento más
“manileano” del álbum es I’ll
Be Home for Christmas, en tanto que el acostumbrado
acento pop está en A Gift of Love, escrita
por Manilow y uno de sus inseparables —Bruce
Sussman—, y un poco también en la
magnífica melodía River, de la gran
Joni Mitchell.
Manilow and me...
Una consideración personal: volví
a ver a Manilow en vivo a mediados de este año
en una noche muy especial: en la que el Sunrise
Musical Theatre de Fort Lauderdale, en el Sur
de la Florida —auditorio en el que el mismo
Barry e incontables estrellas se presentaron repetidas
veces—, cerraba definitivamente sus puertas
como sala de conciertos.
Vocalmente, estuvo impecable; sólo algunas
leves transparencias en la voz, síntoma
de que la edad ya comienza a visitar su diafragma.
¿Performance?, profesional: contando desde
el estreno de Mandy, son casi 30 años de
oficio. Treinta años... el mismo tiempo
que me ha tomado a mí, describiendo una
zigzagueante trayectoria de opinión, llegar
a ubicar a Barry Manilow en su justa posición. Y rememoro:
Fue en una mañana de enero de 1975 cuando
tenía 17 años, en la emisora de
amplitud modulada WQAM de Miami, en la Florida,
que escuché los primeros acordes de piano
de una balada que cantaba un tipo de voz medio
triste, que comenzaba diciendo I remember of my
life... Era el debut de Mandy. Cuando la canción
terminó, el DJ mencionó el nombre
del intérprete, y yo entendí Perry Mellow
(¡claro que un cantante así tenía
que ser mellow..! Además, ¿quién
que no hubiese visto el nombre escrito podría
suponer la existencia de un apellido como Manilow?).
El asunto es que en el instante me volví
su fan (años más tarde, a mis veintitantos,
me odié a mí mismo por ello). Pero
para mí, que en el ‘75 tenía
mi primera novia, Mandy y Manilow, y Neruda y
el Poema 20, eran las herramientas perfectas —¡qué pueril!— para
el caso. Luego en el verano llegaría Could
It Be Magic y, en los años subsiguientes,
una verdadera catarata de superhits como I Write
the Songs; Tryin’ to Get the Feelings Again;
Weekend in New England; Looks like We Made It;
Even Now y etc., etc., etc., y junto con el éxito,
la etiqueta de cursi con que lo estigmatizó
la crítica. De inmediato, BM fue inventariado
sumariamente en el capítulo vergonzoso
de la ‘música para elevadores’,
donde ya le esperaban otros desahuciados. Y a
mí, que mis amigos no me perdonaban que
gustándome Pink Floyd y los cantos gregorianos
de Palestrina, también me gustara el Barry,
no me quedó más remedio que, como
Pedro a Cristo, negar a Manilow antes del tercer
disco. Hasta 1984, en que graba el exquisito 2
am Paradise Café junto a los grandes jazzistas
Gerry Mulligan, Mundell Lowe, Shelly Manne y las
maravillosas voces de Mel Tormé y Sarah
Vaughan. Un disco ante el cual, incluso sus mas
ácidos críticos, habrían
de quitarse el sombrero.
Es con Paradise Café —en cierta medida
padre de Because It’s Christmas y abuelo
de A Christmas Gift of Love—, que recupero
mi vergüenza para admitir que, como el esquife
tras la goleta, siempre he navegado a gusto en
la estela del vocalista ( y que digan lo que digan). Y a la larga, comprendí
que Barry Manilow no es más que el crooner relevista finisecular de la generación
de Frank Sinatra, Al Martino, Perry Como, Andy Williams y Tony
Bennett. (Excuse me, pero tenía que ‘exorcizar’
esta opinión).
Un regalo de amor para la Navidad
Menos nostálgico de lo esperado, A Christmas
Gift of Love es un disco de Navidad que, aunque
sin muchas molduras, es de fina carpintería.
Para quienes ya tienen Because It’s Christmas,
representa su complemento a éste. Para
quienes no, mi consejo es que adquieran ambos
y que los toquen seguidos en el CD player como
si fuese uno. No sólo será un magnífico
ejercicio de praxis comparativa, sino un excelente
concierto de canciones navideñas.
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