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PENTAX K1000
El VW de las cámaras
 

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial EL ATICO DE PEPE,
de lunes a viernes de 5:00pm a 6:00pm ET, por la 710 AM,
y de AUTOMANIA, domingos de 12:00pm a 1:00pm
por WQBA 1140 AM, ambas emisoras en Miami, Florida,
de Univisión Radio
.

Probablemente la Pentax K-1000 sea, a nivel emocional, la cámara más amada por mí. Haciendo una comparación que roza lo cursi, podría considerarla como el vestido de boda de la esposa. Tiene sus explicación…

Mi primera cámara fue una Zenit EM, soviética, y a pesar de las alegrías que me prodigó su posesión, como todos las productos del imperio rojo de Moscú dejaba mucho que desear no sólo por deficiente en calidad, sino por limitada. Especialmente en velocidades —sólo de 1/30 a 1/500—, y en cuanto a lente estándar, un estrecho 58mm, cuando todas las cámaras del mundo entonces venían con un “normal” de 50. Cada vez que pienso en la K-1000, o hablo de ella, se me hace imposible pues dejar de compararla con la Zenit, y en este artículo anticipo al lector que ocurrirá eso.

Adquirí la Pentax K-1000 en La Habana, Cuba, a principios de los 80, al igual que la Zenit —los detalles el lector los puede hallar si pulsa ahora sobre esta línea—, gracias a otra de mis tías, exiliada, que vivía en Miami. La cámara, junto con otro modelo, la MG, estaba en venta en el Club de los Marinos, en la Avenida del Puerto, sólo para los marineros mercantes cubanos que tenían una cuota de dólares autorizada a gastar allí , y los extranjeros residentes en Cuba o visitantes (la tenencia y uso de dólares o cualquier moneda extranjera para el ciudadano común cubano no sólo no estaba prohibida, sino severamente penalizada). De modo que para mí mi única oportunidad de “empatarme” con la K-1000 era a través de “la tía de Hialeah”.

La K-1000 y la MG no sólo eran los dos únicos modelos de Pentax del Club de los Marinos, sino las únicas cámaras de la tienda. La MG no me interesaba pues era de baterías y trabajaba nada más en la modalidad de aperture prority. Además de que perseguía una máquina fotográfica que yo pudiese usar manualmente, los cubanos aún en 1982 eludían cámaras que trabajaran sólo con baterías —como la MG—, porque conseguir pilas de reemplazo era agónico, amén de que éstas de mercurio no existían en el mercado nacional; había que esperar que alguien las trajera “de afuera”.

La K-1000 tenía un precio de $250 dólares. Con tal de favorecerme, mi tía me la compró y yo le retribuí la misma cantidad en pesos cubanos, en lo que podría considerarse una inusual transacción de “uno-a-uno”, desfavorable para ella, y que estaba muy por debajo de los valores de la tasa ilegal de intercambio peso-dólar en las calles. Aún así, representó todo un esfuerzo económico de mi parte, pues mi sueldo back then, según la escala salarial estatal, era de $180 pesos mensuales (había sido recientemente aumentado —¡oh!— a esa cifra desde los $163 que comenzaron a pagarme primero). Fue en agosto del 1982, y todavía hasta hoy, es una de las compras que más alegrías me ha producido en mi vida.

El editor de este website, en diciembre de 1983. A la derecha del lector se aprecia una cámara soviética Zenit TTL; bajo la flecha roja, la Pentax K-1000 de marras.
 
Con la Pentax K-1000 fue que comencé a hacer lo que podría considerar mi colección de fotos “serias” hasta hoy. Sin duda, logré atrapar algunas imágenes valiosas con la Zenit —sobre todo en trasparencias—, pero fue la K-1000, con su bien surtida panoplia de velocidades, y su lente Pentax-A Supermulticoated de 50mm la que me abrió la puerta a un entusiasmo fotográfico que había estado dormido como un volcán. Con la K-1000 fue que arranqué a trabajar con mas dedicación después de haberla iniciado en 1978, mi colección de fotografías del inigualable fenómeno de los autos de Detroit en Cuba, a partir de una serie que se tituló “Rostros de los 50”.

Incluida en mis exhibiciones personales de 1985 y 1986 llamadas respectivamente “Los de Aquí” y “Los de Aquí II”, esas fotos terminaron convirtiéndose en mi visa artística a los Estados Unidos después.

En esa época todos mis anhelos se los llevaba la fabulosa Canon A-1, aún mucho más, por aparatosa y bella, que la profesional F-1n —afortunadamente, pude conseguirlas a ambas después—. Pero poseer una cámara japonesa, una cámara de un país capitalista en uno comunista, tener entre las manos una cámara que uno veía en la revista Popular Photography, era la realización del más quimérico de los sueños. ¡Y tenía “propiedad”!, es decir, que había sido adquirida legalmente, de modo que se podía salir a la calle con ella al hombro sin temor a que la policía te detuviese y terminara confiscándotela , porque la mayoría de la cámaras “extranjeras” que alguna gente tenía en La Habana eran originarias en el mercado negro. Mas, aún sabiendo que tecnológicamente la K-1000 estaba como de la Tierra a Marte comparada con la A-1, yo levitaba cada vez que la usaba... y hasta cuando la miraba.

Sí, la K-1000 es una de las cámaras tipo SLR de 35mm milímetros más simples de la historia. Tanto, que más parecía obra de Kodak que de Pentax. Y su economía, discreción de líneas y su aspecto conservador en general, a buen recaudo de tentaciones tecnológicas, la hacían parecer tan mesurada en diseño como un coche inglés. Sin embargo, si de símiles automovilísticos se trata, la mejor equivalencia es la del VW Beetle.

La Asahi Pentax K-1000 era en esencia una cámara mecánica. Empleaba una sola batería —conocida popularmente en Cuba como “de reloj digital”—, la LR44, cuya función era exclusivamente la de animar el fotómetro. Muy lejos de ser una cámara profesional, éste era de sensibilidad de cuadro o visor completo, no tipo spot, o selectivo, típicos de las cámaras de primer nivel. Trabajaba a través del sistema match & needle, o sea llevar al centro una aguja que se desplazaba en una escala a la derecha del visor, de +/- (sobre-exposición y sub-exposición) de acuerdo con el ASA seleccionada, rotando en una dirección u otra el diafragma y/o el selector de velocidades.

Como carecía de lectura o medición de punto tal cual ya dijimos, el fotómetro de la K-1000, aunque eficiente, no tenía mucha vocación para ser usado en el Sistema de Zonas de Ansel Adams, y se “cegaba” fácilmente en escenas a contraluz o de alto contraste. Así que aprendí a ‘interpretar’ sus lecturas y a seguirlas como guía para, a partir de ahí, hacer correcciones fotométricas con las cuales obtuve excelentes resultados.

El fotómetro no tenía interruptor, de manera que estaba encendido todo el tiempo. Aquí, heredamos la misma preocupación sobre su agotamiento que padecimos con el de la Zenit, así que para ponerlo a dormir, en cuanto terminábamos de tomar la foto, cubríamos el lente con su tapa. En aquella época, para no extraviarla, muchos fotógrafos la mantenían sujeta al cuerpo de la cámara con una cadenita o una cuerda, y nosotros hicimos lo mismo.

El selector de sensibilidad iba de 20 a 3200 y se encontraba dentro del botón para las velocidades. Sus valores se podían a preciar a través de una ventanita en éste.

El knob de las velocidades daba la vuelta completa, y por eso no había que temer roturas por forzarlo en una dirección o en otra al llegar al tope, como pasaba con la Zenit. Al hacerlo girar, la sensibilidad viajaba con él, inalterable.

Para cambiar el asaje sólo había que alzar la anilla exterior del botón de los tiempos de exposición y rotarla.

El visor, comparado con el de la Zenit EM era luminoso, y aunque carecía de imagen partida para un foco más preciso, sí tenía microprisma con anilla reticular. Pero por su simpleza, era un viewfinder libre de distracciones, no como los de hoy, que emulan en información a la cabina de un F-16.

La K-1000 era una cámara pequeña, que cabía donde quiera, y por su construcción metálica era resistente y se le sentía pesada para su talla. Contaba con la bayoneta K de la firma introducida en 1975, dispuesta a un amplio array de lentes de la marca en la época, todos, hay que decir, con la proverbial calidad de Asahi. 1.

En mi caso, la cámara vino estándar cual era común en aquellos años, con un 50 de 2.0 de apertura. Me encantaba la intrigante munición plástica en el barrilete del lente, próxima a la anilla del diafragma, cuya función era auxiliar al fotógrafo a través del tacto en la oscuridad hacerlo coincidir con la montadura del cuerpo a la hora de acoplarlo a él.

Para liberar el cerrojo de la bayoneta se oprimía una palanquilla en la base del lente en la cámara, a la derecha del usuario.

Las velocidades eran prolijas, como las de cualquier cámara seria de la época, con valores de 1000 —que no tenía la Zenit—; 500; 250; 125; 60; 30 —aquí paraba la rusa—; 15; 8; 4; 2; 1 y, finalmente, Voluntad o B. Sin embargo no ofrecía segundos completos, como la A-1 de Canon.

La velocidad de sincronismo de flash era más alta que la de la Zenit también: 1/60, pero en aquellos días ya había cámaras capaces de sincronizar a 1/125.

Igualmente, tenía zapato caliente para el flash.

El contador ,a diferencia de la Zenit, era automático: se ponía en cero en cuanto el usuario abría la puerta trasera para sacar el rollo expuesto y poner otro. La puerta, en vez de emplear el burdo pestillo al costado de la Zenit, como en otras tantas cámaras contemporáneas entonces, se liberaba tirando hacia arriba de la manivela de rebobinado… y esta era otra cosa: ¡tenía manivela para el rebobinado, no un botón rotatorio como la Zenit que impedía la continuidad de la acción!

El clutch para liberar el rollo en marcha atrás, estaba en la base de la cámara. Allí se encontraba también la rosca para el trípode y el compartimiento para la batería.

El obturador era de doble cortina de tela de desplazamiento horizontal, fabricado por Seiko, y el disparador era preciso y de agradable sensación al índice.

La botonería de la Pentax en el lomo era razonable y amistosa a los dedos. La palanca de arrastre era ergonómica, con una tensión perfecta para transportar la película. Jamás se trabó el rollo dentro —como ocurría con la Zenit, especialmente al final de uno de 36 exposiciones— ni sus engranes rompieron nunca las perforaciones como también acostumbraba hacer el engendro soviético, de ahí que solíamos decir en broma que la cámara soviética ocultaba dentro una brigada de malvados enanitos bolcheviques que acuchillaban la película y hacían otras trastadas de corte mecánico.

Pero a la Pentax K-1000 le faltaban algunas cosas con tal de hacerla una cámara asequible en precio; por ejemplo, no tenía disparador automático, y tampoco podía acoplársele un motor debajo.

La Pentax K-1000 fue introducida en 1975 y estuvo fabricándose hasta 1997. Se vendieron unos tres millones de unidades. Se hacía en Japón y en Taiwán —hoy diríamos China—.

Para saber si la K-1000 tenía pedigree japonés, había que mirar el lente de 50mmm con que se ofrecía el paquete de body plus lens. La anilla frontal del lente de la japonesa rezaba circularmente en abreviatura Asahi Opt. Co., para a continuación ofrecer espacio para la certificación de Made in Japan; mientras, la taiwanesa —que prefería solapar su origen—, decía a modo completo Asahi Optical Co.

La K-1000 contaba en su estirpe con la célebre Spotmatic de 1964 (distribuida en EEUU bajo Honeywell.po.

Un detalle simpático: como" K1000" se pronuncia en español Ca-Mil, conocí mucha gente que al oír hablar de la cámara pensaban que ésta se llamaba... ¡Camil!

Aunque hoy me arrepienta, lamentablemente me deshice de ella; la vendí a finales de los 80 porque decidí consolidar mi óptica con Canon. Con el dinero de la venta —y un poco más— adquirí la estrambótica Canon AL-1 QF (Quick Focus) que poseía un primitivo sistema de autofoco manual. ¿Autofoco manual… cómo es eso? La cámara era de enfoque manual pero leía electrónicamente el foco, cuya agudeza indicaba al fotógrafo a través de un semafórico sistema de LED’s. (esta cámara tampoco está hoy en mi museístico curio que alberga las cámaras que he usado en mi vida, pues también terminé vendiéndola).

Después, por pura nostalgia, he intentado comprar una Pentax K-1000, fáciles de hallar y aunque de uso en muy buen estado, en los pulgueros de cámaras o en la Internet, pero hasta hoy, no lo he hecho. Debí conservarla, caramba. Me siento tan culpable como la madre que vendió en un garage sale los primeros zapatitos de su primogénito…

Esta es nuestra hoy jubilada T70, coronada con un Vivitar 283.
A continuación, algunos ejemplos de fotografias tomadas por el autor de este artículo con la Pentax K-1000 y su lente "normal" de 50mm: