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EL MAS EXTENSO Y DETALLADO

REPORTAJE EN ESPAÑOL
EN LA INTERNET

DEL COLOSO DE ROYAL CARIBBEAN
por Pepe Forte/editor de iFriedegg.com y conductor de AUTOMANIA, programa radial dominical de automovilismo por WQBA 1140 AM,
una emisora de UNIVISIÓN RADIO.

Todas las fotos son del autor.

Cameras used: Canon EOS 5D Mark II (21.1 megapixels) & Canon G9 (12.1 megapixels).

All rights reserved/Pepe Forte ©2010

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No sólo en términos de talla, sino en estadísticas de pasajeros, nos embarcamos en el crucero más grande del mundo: El MS Oasis of the Seas, de Royal Caribbean International, que tiene capacidad para 6,296 de éstos repartidos en unos 2,700 camarotes —la cifra excluye la tripulación, de 2,165 miembros—, y entre los sábados 26 de junio y 3 de julio del 2,010 integramos la legión —¡récord!— de 6,192 vacacionistas a bordo del buque, la mayor cifra de pasajeros marítimos en la historia de la navegación. ¿Cuáles son nuestras impresiones de la aventura y de este coloso de los mares?

Partimos del puerto de Port Everglades en la ciudad Fort Lauderdale, en la Florida, al Norte de Miami, Estados Unidos, y vecina colindante de ésta —a unos 40 minutos de marcha en auto… si el tráfico coopera—. Miami es considerada la capital de los cruceros, pero Fort Lauderdale no se queda detrás, especialmente ahora que este cíclope sobre las olas desova allí y del que se dice que no atraca en La Capital del Sol porque, de tan grande que es, no puede “dar la vuelta”, a la hora de zarpar, en la bahía interior en que lo hacen los demás que anclan en el sitio.

El Oasis of the Seas, como otros barcos de Royal Caribbean, hace dos rutas, que alterna cada semana: el Caribe Oriental, y el Caribe Occidental. La primera toca las escalas turísticas de Nassau, Bahamas; Charlotte Amalie, St. Thomas; Philipsburg, St. Maarten, y de vuelta a la Florida. La segunda —que fue la que hicimos—, va a Labadee en Haití; Costa Maya y Cozumel en México, y termina otra vez en Fort Lauderdale. Ambos son cruceros de 7 noches o, como más comúnmente se les conoce, “de una semana”.

La idea del barco nació en febrero del 2006 bajo el nombre de Proyecto Génesis, y las obras de construcción arrancaron el 12 de noviembre del 2007 en los astilleros STX Europe (otrora Aker), en Turku, Finlandia. El 28 de octubre de 2009 fue botado al agua a un costo de $1.4 billones de dólares. En su factura se emplearon 525 mil metros cuadrados de acero y unos 167 mil galones de pintura, mientras que la maraña interna de cables alcanza los 5 mil kilómetros. Dos días más tarde inició su primera travesía transatlántica rumbo a Estados Unidos, a donde llegó el 13 de noviembre, al citado muelle de Fort Lauderdale, que es su puerto madre (foto encima).

El viaje inaugural ocurrió el 5 de diciembre. Nuestra travesía de verano fue la No. 31 en la historia del navío.

El Oasis of the Seas tiene un peso neto de 225, 282 toneladas y 100 mil toneladas de desplazamiento —alrededor del mismo peso del portaviones Nimitz (el Titanic tenía 46,328 mil toneladas)—. Su eslora (largo) es de 360m (1181 pies; el Titanic 882); manga, 60.5m (198 pies; Titanic, 92.5); una altura de 72 metros por encima de la línea de flotación (236 pies; el Titanic 175, de la quilla hasta el tope de las chimeneas), y un calado de 22 metros. El Oasis of the Seas es más grande que el Queen Mary 2, que tiene 1132 pies de largo y 148,528 toneladas, aunque éste lo rebasa en velocidad máxima de casi 30 nudos (unas 35mph). Cuenta con 17 cubiertas, de las cuales 8 son para los camarotes (desde el piso 6 hasta el 14). En la última cubierta están las llamadas loft suites, de dos niveles. Algunos pisos, como el 6 y el 8, comparten camarotes con espacios para otras actividades y lo mismo ocurre con el 14, pero la mayoría de ellos donde se ubican las cabinas sólo tienen esa función.

El barco se mueve gracias a 6 motores diesel marinos de la marca Wärtsilä (finesa) de 16 cilindros, que generan casi 25 mil hp cada uno, que consumen mil 377 galones de combustible por motor por hora y pueden hacerle desarrollar 22.6 nudos de velocidad (unas 26 millas o 42 kilómetros por hora). Estos motores son 25% más eficientes que los de otras series de barcos de la compañía, no sólo en consumo de combustible, sino también en términos de polución. Adicionalmente cuenta con tres motores más de 12 cilindros para el resto de las necesidades de energía eléctrica del buque. La propulsión no se logra por hélices articuladas al final de cardanes como en la mayoría de los barcos sino, gracias a 3 azipods o módulos eléctricos propulsores donde éstas —de 20 pies de diámetro (6m)— están montadas, y como son giratorios, orientan al barco que carece entonces del tradicional timón de paleta o roda y codaste.

El gran puntal de la nave no es óbice para que pase por debajo de algunos de los puentes más importantes del mundo, porque sus chimeneas son retráctiles (arriba).
Nótese la talla del Oasis junto al Grandeur of the Seas, otro buque de Royal Caribbean, durante nuestra escala en Cozumel, México.

La serie Oasis es la más reciente y la mayor de las que componen la flota de embarcaciones de Royal Caribbean. Supera a la serie anterior Freedom, compuesta justamente por el abanderado de ella Freedom of the Seas; Independence of the Seas, y Radiance of the Seas, barcos sin duda descomunales y a primera vista parecidos al Oasis, pero inferiores en tonelaje.


El Oasis of the Seas también tendrá hermanos. En el otoño-invierno de este año arribará a Estados Unidos el Allure of the Seas, la embarcación gemela.

Desde finales de los años 80, con la botadura del antológico Sovereign of the Seas* en 1988, la naviera comenzó a bautizar a sus cruceros con el apellido o sufijo of the Seas. (de los mares) Desde la serie Voyager —que incluye el Voyager; Explorer y Navigator of the Seas—, los barcos adoptaron el formato de camarotes laterales todos con balcones con vista al mar. El Oasis tiene 1,956 cabinas de este tipo (foto debajo), además de las suites presidenciales de lujo, y los camarotes internos, más modestos y económicos.

 
Mas el Oasis estrena otra banda de camarotes que dan afuera... pero adentro. What? Son los que se asoman a los flamantes corredores internos del Boardwalk y el Parque Central (mire debajo):

El Oasis of the Seas fue formalmente bautizado así el 30 de noviembre del año pasado en una ceremonia que contó con nueve madrinas: Gloria Estefan; Daisy Fuentes; Jane Seymour; Dara Torres; Keshia Knight Pulliam; Michelle Kwan y Shawn Johnson.

El barco, por fuera, no es particularmente bello; ese calificativo acaso no lo merezca por la talla y le vaya mejor a otros buques de la compañía, más gráciles y estilizados —como el mencionado Sovereign—, pero sí es impresionante, y se le percibe a primera vista más ancho que largo y alto. Es una mole…

Empero, expertos de la industria lo hallan hermoso si comparado con el Epic de la rival Norwegian Cruise Line (NCL), que arquitectónicamente ha recibido muchas críticas. Mas sin discusión, el Oasis es un emporio de solaz, comodidades y lujo —aunque esta última característica no al lenguaje classy, sino contemporáneo—.
No hemos podido constatarlo como un hecho, pero el Oasis of the Seas debe ostentar bajo patente algunos componentes en su arquitectura que hemos disfrutado anteriormente en barcos de RCI —y de los que carecen navíos de la competencia—, elementos que ahora por fortuna aquí se repiten, y además agrega nuevos. Veterano de cruceros, este servidor siempre se ha sentido muy complacido con uno de esos, el Viking Crown Lounge, un gran salón de estar, acristalado, generalmente semicircular que va de lado a lado de la embarcación, plácido, íntimo, desbordante de sofás y complementado por un bar y un escenario para música, desde donde gracias a su altura y tradicional ubicación hacia atrás, siempre próximo o al pie del cuerpo de la chimenea, se divisa toda la cubierta superior del barco, estando el observador a la sombra y en aire acondicionado.
En el Oasis, el Viking Crown está en la cubierta 17, la última. Adoro esta área de los barcos de Royal. Normalmente la empleo para contemplar la salida del barco de algunos de los puertos que visita —volví a hacerlo al zarpar de Labadee—. El Oasis también tiene su corona vikinga que, por cierto —historiando un poco ahora—, estrenó el Song of Norway, y que tenía originalmente una vista de 180º. Posteriormente, el Monarch of the Seas amplió el panorama… ¡a 360º!

De las series anteriores hereda también los cantos de sirena para la demográfica más joven, que le ha arrebatado sin piedad a la rival Carnival Cruise Line que la ostentaba como combustible de su slogan The Fun Ships. Nos referimos al rock climbing wall —foto encima— o la pared para escalar —inicialmente en la clase Voyager— y la piscina con simulador de surfing —estrenada en la clase Freedom—, aunque ahora tiene dos de éstas. En una de ellas, a lo real thing, el surfista puede intentar permanecer de pie sobre la tabla.
Lo mismo ocurre con la pista de patinaje sobre hielo (imagen inmediatamente debajo):
En esta pista los pasajeros no sólo pueden patinar, sino disfrutar de un show que allí se ofrece y que emula al conocido show de Disney On Ice.

Hasta la serie Voyager, Royal Caribbean tenía reputación de cruceros para senior people. Ya no más…

Pero donde el Oasis of the Seas ha subido a la cúspide es en la ampliación de su concepto de Boulevard. Para conocimiento de los profanos, ya nos explicamos:

Ya en la serie Voyager, RC estrenó el Royal Promenade, un delicioso corredor interior en que además de una agradable caminata se pueden visitar las tiendas a ambos lados y también degustar un trago o una comida ligera en los bares con mesitas fuera, al mejor estilo parisino. El Oasis repite este boulevard en la cubierta No. 5 que, por otro lado, hace como de columna vertebral operacional del barco, porque allí se halla el mostrador de servicio e información al cliente y el buró de reservación de excursiones. Además, las tiendas no sólo de souveniers, sino de ropa para todo nivel —¿se le olvidó el traje, la corbata o el vestido de noche para la gala del capitán? Pues, allí los puede obtener—. Una casa de efectos fotográficos —¡incluidas cámaras Leica!— soluciona todas las necesidades de esta actividad y sobre ella, por cierto, se encuentra la galería de fotos (imagen debajo):

Es oportuno recordar que el Oasis es una Zona Franca flotante, donde todo lo que se compre a bordo de él está libre de impuestos.
En el Royal Promenade, presidido por un restaurado auto Auburn —a cuyo volante y en el asiento del pasajero sentaron un par de cursis osos de peluche que da ganas de lanzarlos por la borda—, se encuentra la licorera y el acogedor Pub Globe & Atlas, estilo victoriano todo en caoba.
El Mondo Coffee Bar y la pizzería Sorento, cuyos ofrecimientos son gratuitos pues está incluida en el precio del pasaje, igualmente se hallan allí.
Esta gran avenida comercial que en definitiva es la Royal Promenade, está decorada por árboles desnudos artificiales fundidos en bronce con mariposas monarcas azules, obra del artista cubano Lázaro Valdés, que vive en Miami.

El punto más importante del Royal Promenade es otra amenidad, totalmente nueva, el Rising Tide Bar, un salón de planta oval que imita una nave espacial y que en honor a su nombre (marea) sube y baja en un recorrido que dura dos minutos, justo desde este piso 5 hacia el 6 (el Central Park), en los que permanece por 15 minutos en cada uno.
Tuvimos el tino de comenzar el viaje allí —en realidad fuimos a disfrutar de algunos de los coloridos tragos que se sirven en esta barra sui generis— y así pudimos presenciar la parada inaugural desde este punto:
La buena suerte nos sonrió más aún porque contemplamos el desfile junto al flamboyanesco Richard Stacey, un Cruise Director totalmente fuera de serie.
En el Royal Promenade también está Boleros, un cabaret con sabor latino, y además se ubica una de las entradas al Opal Theater —en este caso a los palcos; el ingreso a platea está en el piso 4—, donde casi todas las noches ofrece un show distinto a sus 1,380 lunetas. Nos pareció particularmente bueno una versión del popular Hairspray, de Broadway, merecedor de un Premio Tony, con un buen elenco, sólo que aún en su versión condensada de 90 minutos todavía lo creemos un poco larga para un crucero. Igualmente, un reminiscente homenaje a la música de Frankie Valli & The Four Seasons, que resultó más de nuestra preferencia. Este show contó primero con un solo del talentoso Stacey.
Pero este criterio de boulevards ha llegado ahora a su nota más alta, con la inclusión del Boardwalk y del Central Park. Comencemos por éste último:

El Central Park es simplemente genial. Se halla en la cubierta 8 y, como el Boardwalk… ¡es a cielo abierto! O sea, desde su nivel y hasta la cubierta de la piscina, se dispone con franqueza a la bóveda celeste. Es un espacio lleno de vegetación y bancos. Tiene 12 mil plantas, sembradas en Miami que atienden tres dedicados jardineros. Este espacio exigió darle 27 pies de ancho al barco lo que, además, contribuyó a su estabilidad en mar gruesa (cosa que, como leerá más adelante, pudimos constatar).
Sentimos a esta área, junto con el Viking Crown aunque de distinta naturaleza, como la más apacible del crucero. Navegando por el Caribe en pleno verano, evitamos el Parque Central durante las horas diurnas porque abierto como es al sol se sentía el calor ambiental —probablemente acentuado por el hecho de su enclaustramiento en el centro del barco—, pero al final de la tarde o después de la medianoche era extremadamente agradable y punto ideal para enamorados o parejas en Luna de Miel (por cierto, si se decide un matrimonio por inspiración, o se reserva la ceremonia previamente, éste puede ser legalmente consumado en la capilla habilitada al efecto, que es mucho más grande que la vista en otros barcos).

Es probable que habiendo cambiado tan dramáticamente su clientela como lo ha hecho Royal Caribbean, este par de puntos —el Viking Crown y el Central Park— sean justamente como el oasis del Oasis para pasajeros no tan jóvenes, que puedan refugiarse allí de la frenética conducta de los teenagers a bordo. Nos preocupa ahora el futuro de la corona vikinga, que notamos desolada casi todo el día...
El Parque Central tiene varios restaurantes exclusivos, en los que hay que pagar su menú, pues están excluidos de los almuerzos y cenas del Opus que, junto con el Windjammer, alimenta a los pasajeros según lo incluido en el ticket.

Esto parece ser una tendencia indetenible: la presencia de restaurantes ajenos al barco, franquicias en las que hay que comprar la comida. Asi, en el Central Park está el Vintage Wine Bar para los amantes de los vinos, la tratoria Giovanni's, el 150 Central Park —un sitio para paladear las creaciones de la juvenil chef Kerian Von Raesfeld—, el Chops Grille Park Café —que probamos una noche reservación mediante; más o menos $75 dólares en una cena para dos con platos basados en cerdo de los que quedamos absolutamente prendados—, y allí se puede abordar también el bar levitante.

El Central Park, como en el Central Park de New York, ofrece la oportunidad de sentarse en uno de sus bancos, rodeado de la agradable vegetación que le decora.

Muchos camarotes miran al Central Park, que de este modo también produce dicha a la vista desde arriba. Definitivamente, esta sección del barco es toda una experiencia...

El Windjammer es una cafetería de autoservicio las 24 horas, enorme, hacia el tercio trasero de la embarcación, que modifica su menú según las particularidades del desayuno, el almuerzo o la cena, o los ofrecimientos después de la medianoche. Comparada con otras en otros barcos de la firma, ésta sin duda es mucho más grande y también más impersonal, pues casi no contempla cocineros que, por ejemplo, para el desayuno, cocinen a pedido del pasajero una tortilla o un par de huevos fritos…
Mas la variedad es amplia y, sobre todo, el Windjammer nos garantiza agilidad, especialmente temprano en la mañana cuando nos disponemos a desembarcar en un nuevo puerto. Y usted puede comer todo cuanto le apetezca. El menú del almuerzo contempla hasta comida china. El Windjammer es tan pródigo para el paladar que el viajero podría obviar el restaurant.

Y ahora que mencionamos el restaurant, el Opus… se trata de un salón verdaderamente fastuoso, de tres pisos, a cada uno de los cuales se ingresa por una cubierta. El nuestro era el Opus 4, en el nivel central.
En los últimos tiempos hay quienes opinan que la calidad de la comida de los restaurantes de los cruceros ha decaído. Es probable que se trate sólo de una percepción… probablemente errada por demás. El menú del Oasis nos pareció amplio, especialmente en lo que a aperitivos o entrantes respecta.
Pero no escapa de la rutina histórica: usted puede apostar al seguro por “la noche de la langosta” y un par de cenas con scargotts, si son de su gusto, claro. Mas para un ciudadano de Miami como este servidor, visitante frecuente de las parrilladas de los excelentes restaurantes argentinos de la ciudad, las carnes del Oasis nos parecieron frescas, tiernas y jugosas.
Como juicio final, podríamos decir que la experiencia del desayuno en el Opus supera a la del almuerzo y la cena.

Y ahora vayamos al Boardwalk —o tablado—, una tradición americanísima, que siendo en el barco una extensión del concepto del Royal Promenade, en realidad es como una agradable part II del Central Park porque es abierta… ¡abiertísima! —ya veremos por qué—, pero con una conducta “ciudadana” totalmente distinta.
El Boardwalk está en la cubierta 6, o sea, en el sexto piso. Se manifiesta hacia el tercio trasero del barco, hacia la popa. Es otro corredor, como el Royal Promenade o el Central Park, pero en su máxima proyección de expuesto al cielo. Se trata de un nuevo boulevard a cuyo nivel, a los lados, encontramos restaurantes, heladerías, tiendas… Sobre este primer nivel que podríamos llamar comercial, al igual como ocurre con el Central Park, se hallan los diversos pisos de camarotes que, con balcón, miran hacia esta área.

En este nivel es que Royal Caribbean ha repetido la presencia de Johnny Rockets, una clásica hamberguera americana, favorita de los jóvenes, y que por primera vez viéramos en el Navigator of the Seas, en nuestro viaje en el verano del 2004.
También hay una tienda de rosquillas. En el Boardwalk el paladar halla alternativas. By the way, la comida más deliciosa que consumimos en el Oasis fue en el divertido restaurant de pescados y mariscos Seafood Shack que se encuentra allí, justo frente a Johnny.
El Boardwalk tiene un carrusel tamaño total y desemboca en el AquaTheatre, un anfiteatro que presenta magníficos shows acuáticos con inmersionistas y nado sincronizado de día y de noche —¡las primeras filas se mojan!—. A un lado del Boardwalk es que se halla el rock climbing o la pared para escalar.
Aunque la visibilidad de los shows es excelente desde cualquier ángulo, éstos se pueden seguir en detalle gracias a las grandes pantallas a los lados, que no son opacadas ni siquiera por la brillantez del sol durante las presentaciones diurnas.
A diferencia del Central Park, más mesurado, en el Boardwalk se nota más movimiento, más circulación, más energía. Es la razón por la cual la actividad —incluido el carrusel—, recesa allí poco antes de la medianoche para garantizar un poco de tranquilidad a los camarotes que se asoman a este lado.

La cubierta 6 parece ser la destinataria óptima para mover el cuerpo y/o reponer sus energías, pues en ella se encuentran también el gimnasio y el spa, donde relajarse con un masaje profesional o en la intimidad de la pareja.

Pero la diversión en el Oasis of the Seas parece no tener cuándo parar. La cubierta No.15 es la de —¿adivina?— ¡las piscinas! Sí, así, en plural.

Una de las dos principales es de agua salada, y además hay una diversidad de pocetas y jacuzzis, los más notables y maravillosos de éstos en el Solarium, hacia la proa, un área que, como su nombre indica, es una suerte de invernadero humano, bajo cristales, para tostarse bajo la influencia del Astro Rey. Los amantes de los rayos ultravioleta estarán de plácemes allí. Sin embargo para nosotros, lo más atractivo de este espacio fueron los mencionados jacuzzis, hacia las bandas del barco, una especie de balcones de agua tibia y burbujeante que tal parece que se desbordan hacia el océano, y que abandonaríamos únicamente ante la promesa del paraíso.

A propósito, las piscinas, climatizadas todas, estaban próximas a la temperatura ambiental, unos 30ºC. Y, como siempre, esta parte del barco está sazonada por abundantes bares y, por si fuera poco, una infinidad de camareros andan y desandan esa superficie con bandejas de deliciosos cócteles etílicos.

Otros sitios para el esparcimiento, aunque no específicamente acuáticos, son el Casino Royale, donde los amantes de los juegos de azar pueden probar fortuna —y, por qué no… ¡ganar!—, en todas la modalidades imaginables, desde las “maquinitas” jackpot hasta la ruleta —es permitido fumar en un ala del casino—.

Por cierto, nos sorprendió ver mesas de juego “automáticas”, donde el dealer… ¡es una figura ficticia en una pantalla de televisión!
El Studio B; On Air Bar, Comedy Live y Jazz 4 son otros puntos donde entretenerse según las preferencias de cada quien y, claro que las discotecas donde bailar toda la noche no pueden se olvidadas. En algunos de estos recintos disfrutamos de los partidos de la Copa Mundial de Fútbol en Sudáfrica, que estaba en su apogeo durante nuestra aventura de asueto en el buque.
Pepe Forte, editor de este website, nostálgico del micrófono de su programa radial semanal, posa ante el club-bar On Air.
Como ahora están de moda los llamados Zip Line —deslizarse de un cable, edición tercermilenista de las lianas primitivas—, el Oasis of the Seas ofrece una impresionante en la parte trasera del barco. La cuerda cruza en diagonal sobre el Boardwalk (ver composición inmeditamente debajo):
Los niños cuentan con sus áreas de esparcimiento, protegidas demás está decir, de modo que en algunos momentos los padres pueden irse a actividades de adultos mientras los chicos están seguros. Qué tranquilidad. Igual ocurre con los adolescentes, que tienen su discoteca aparte a la que no pueden ingresar visitantes de otras edades.
Para quienes deseen un remanso de paz fuera de su propio camarote, se pueden sentar a por una buena lectura en la biblioteca, aunque el recinto nos pareció un poco insípido —pensamos lo mismo de la capilla nupcial—, pues le falta esa decoración victoriana —o eduradiana— que acaso equivocadamente creemos que todo espacio así debe ostentar.
Después de esta caminata que nos ha servido para conocer al Oasis por dentro… ¿por qué no vamos al camarote? Tun... tun...
Para moverse de nivel a nivel pueden emplearse los elevadores, amplios, con capacidad para 24 personas.
Los ascensores son como balcones flotantes, cuya cristalera al fondo en aquellos que ensartan el Royal Promenade y el Central Park ofrecen un magnífico panorama.
Diariamente, empleados del barco cambian el nombre del día de la semana en el piso de los ascensores. Así que no importa cuántos tragos usted se haya dado, no hay motivo para no saber qué día es...
No hicimos el viaje en una suite de lujo, sino en lo que pudiésemos llamar una cabina average, cuyo costo para la temporada estival promedió unos $1,500 por persona. Para los neófitos es bueno recordar que la comida está incluida en el precio del pasaje, pero no las bebidas alcohólicas ni las sodas. Los jugos de conserva integran el costo, pero no los frescos, como por ejemplo, el zumo de naranja recién exprimido que ha de ser pagado aparte (como la foto de la copa debajo):

Sin embargo, se puede optar, mediante una cuota fija, por sodas ilimitadas.

Como es la norma, al final del viaje se entrega a los camareros que se ocupan de la habitación y de la mesa del restaurante un sobre con una propina de cortesía en efectivo, lo que supone el gasto adicional de otro par de centenares de dólares por pasajero como mínimo sugerido, aunque el monto terminal es a discreción de cada quien.

Regresemos al camarote: el nuestro fue el 592 en la cubierta 12 —justo en el mismo nivel del puente de mando y del alcázar o habitáculo del capitán— y se asomaba afuera, hacia la mar, en la banda de estribor.
Contaba con una cama talla Queen. Para este periodista, que pone sus huesos a reposar varias veces al mes en hoteles del país y fuera de éste, todos de categoría premium en los eventos de lanzamiento de nuevos modelos de autos, el colchón le pareció muy cómodo, con la medida ideal entre dureza y suavidad. Dormí con la plenitud que ni en el hogar consigo. Y debo confesar que los colchones son una prioridad existencial para mí: he tenido en casa waterbeds cuando estaban de moda, y salté enseguida a los tipo tempurpedic en cuanto salieron a la venta.
El lecho no deja casi espacio para caminar alrededor de él para llegar a la puerta que da al balcón. Ésta es deslizable, ligera, fácil de desplazar y de asegurar. Debe saber que si la manija no queda en la posición de cerrado, el aire acondicionado recesa dentro de la cabina —no basta con cerrar la puerta sino que hay que atrancarla—.
 

*El Sovereign of the Seas fue en su época el crucero más grande del mundo. Construido en Francia, hizo su viaje inaugural el 16 de enero de 1988 bajo Royal Caribbean. Originalmente tenía 73,192 toneladas.

En el 2005 fue requisado e incluso ampliado en eslora. En el otoño del 2006 fue vendido a Pullmantur Cruises y hoy se llama simplemente Sovereign. El editor de este website viajó en él en septiembre de 1997.

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