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A 20 años de la CAÍDA del MURO de BERLIN

Se acabó hasta la Unión Soviética. Y en Cuba no pasa nada...

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com /Foto de un segmento preservado del Muro de Berlín, tomada por el autor en septiembre del 2003.

Posted on Nov. 9/2009

El 9 de noviembre del 2009 se cumplieron 20 años de la caída del muro de Berlín, que simboliza el fin del comunismo. En el invierno de 1989 debió haber ocurrido una alineación especial de los planetas que escapó a todo pronóstico, porque fue un instante sorpresivamente glorioso marcado por ese hecho en Alemania, el apresamiento y ejecución de los esposos Ceausescu en Rumania, y la captura de Manuel Antonio Noriega en Panamá.

En realidad el derribo del muro es sólo el ícono. Aunque la caída del comunismo en Europa es un fenómeno escalonado que podría remontarse tan atrás como a Budapest en 1956, en realidad todo comenzó cuando los húngaros empezaron a escapar por la frontera semanas antes del colapso de la pinkfloydiana pared, y meses después Yeltsin le diese el tiro de gracia en Moscú. La Unión Soviética, madre del engendro, feneció…

Veinte años, caramba… que según Gardel no son nada. Depende: Cuba sigue ahí…

Cuando acontecieron estos hechos, este servidor, de manera empírica, hizo dos cálculos que terminaban en pronóstico. Acerté en el primero, erré en el segundo: el primer cálculo era que la crisis económica cubana generalizada ocurriría entre 1992 y 1993. Y que esa crisis, a modo de inexorable explosión, terminaría con el castrismo en uno de esos dos años en La Isla, del mismo modo que la Unión Soviética y todo el llamado campo socialista, al decir del propio Castro, se "desmerengó".

Carecía de información de primera mano, de documentos, de estadísticas, pero hice el cálculo acudiendo a lo vivido. Una vez terminado el subsidio soviético y calculando el modo en que las existencias de productos se agotaban en el país, fijé el punto de caída en los años que ya dije. En realidad, no fue 92-93, sino 93-94. Pero, bueno…

Mas mi error —derrota que no habría querido sufrir— fue suponer que Cuba comunista desaparecería en tal fecha. No aconteció así. Veinte años después, el desconcierto abate mandíbulas y no hay computadora ni analista que pueda explicar la vieja vocación de corcho —la cualidad de siempre salir a flote—, que Cuba bajo Castro tiene y ha tenido. ¿Cuáles son las razones para que el país haya supervivido a la caída del muro y al desplome de toda un estructura de la que era beneficiara como un zángano?

Las razones pueden ser muchas mas allá del barniz común del sistema: La estructura unipersonal en torno al "máximo líder" más acentuada de lo que pudo ser en Rumania o en la Unión Soviética —¡y casi como en China o kimilsunescamente en Corea!—, y los salvadores ponches a pulmón con neumotórax que Castro oportunamente ha hacho ante las crisis: En 1994 —como en 1965 y 1980— volvió a abrir la válvula de la emigración, sólo que esta vez más sorprendentemente con la autorización de escapar en balsa de la isla tras el “maleconazo”, el 5 de agosto de ese año. En el mismo período fue instaurada la dolarización de la nación; dos cosas que, de la noche a la mañana, de punibles ante el Código Penal de Cuba, se convirtieron en legales.

Tampoco se pueden olvidar otros factores que a menudo mucha gente ignora en la ecuación, como el clima de Cuba, sin frío, que coopera también para que la gente tolere más el hambre y la falta de energía de todo tipo que no tiene que usarse para calefacción, ni la necesidad de vestuario para abrigarse. Además, hay que contar con la predilección a nivel psico-social heredada de España de gozar al caudillo abusador (Fernando VII, "¡que vivan las cadenas, que vivan las cadenas!", lo que tiene su versión contemporánea en "aquí queremos a Fidel!").

Posteriormente vino el salvavidas venezolano extendido por Chávez y luego una pálida rehabilitación de relaciones paternales con la Rusia de Putin, plus la histórica manipulación de la ayuda de los cubanos exilados a sus familiares en Cuba, y más reciente la flexibilización del embargo, aún durante el gobierno republicano de Bush, porque esa agenda no es de administración, sino de establishment. Y para rematar, el argumento que apena: la abulia del cubano de hoy. Oh, God!

En realidad, el vigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín me ha servido para reverdecer la emociones que experimenté entonces en aquel glorioso '89 al borde de mis 30 años, y que cerraba una década sacudiéndose el rojo y la hoz y el martillo, cimbrando de esperanzas el aire en Cuba con la promesa de que allí también, quizá no al día siguiente, pero sí bien pronto y con un toquecito tropical, nos quitaríamos de encima el verde olivo y la gorra y los grados del Comandante en Jefe. Pero, por otra parte, me entristece al punto que me deja sin fuerzas para escribir mi habitual conferencia con visos de clase magistral universitaria que sobre el más simple tópico hago. Ya no tengo cómo justificar que dos décadas después, cual reeditando la golpiza a María Elena Cruz Varela en la que literalmente le hicieron tragar las cuartillas de sus poemas, repitan la dosis de ultraje —rodilla en pecho— con Yoanni Sánchez, y no pase nada. Iba a escribir esa manida frase de pellízcame que estoy soñado, pero no, porque esto no puede ser otra cosa que una pesadilla con zapata de indolencia, desconcierto y unas gotitas de mala suerte…

Hay días que tengo unas ganas de ser avestruz…

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