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En un aniversario más del
Levantamiento
Húngaro de 1956

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial
EL ATICO DE PEPE, de lunes a viernes de 5:00pm a 6:00pm ET,
por la 710 AM,
en Miami, Florida, una emisora de Univisión Radio

Todas las fotos del autor (las en colores). Las de archivo, en blanco y negro.

Posted on October 25 / 2012

El 20 de septiembre de 2012 me encontraba en Budapest. Alrededor del mediodía intentaba alcanzar el frente del Parlamento, mientras que a la vez estiraba los minutos para darle tiempo al sol a que se descolgara del cénit hacia el Oeste en su carrera vespertina con tal de fotografiar al edificio más reconocible de la capital húngara en plenitud de luz, del lado de Buda, desde la otra ribera del Danubio, que es desde donde mejor se ve. En esto estaba cuando noté ondear una bandera húngara en un asta enclavada en el jardín frente al Parlamento —luego supe que era la Plaza de los Mártires.

Mas no era una bandera cualquiera, sino una oradada. Enseguida me vinieron a la mente las banderas ahuecadas que en señal de protesta los rumanos agitaron ante el dictador Ceausescu en la manifestación de Timisoara en 1989. Me encaminé hasta el mástil y allí a su pi,e para mi sorpresa —y emoción—, descubrí un monumento al levantamiento anti-comunista de Budapest de 1956, ante el cual en profunda señal de respeto y devoción, enseguida me incliné.

La rebelión húngara de 1956, fue la primera anticomunista del llamado ‘campo socialista’, establecido por la Unión Soviética a su imagen y semejanza al terminar la Segunda Guerra Mundial. El gesto fue imitado en 1968 en la entonces Checoslovaquia, en lo que se conoce como la Primavera de Praga. Más tarde, en 1981, le tocó el turno de insolencia a Polonia cuando los estudiantes de Varsovia exigieron el derecho a estudiar otra filosofía que no fuese exclusivamente la marxista y se desencadenaron las huelgas en los astilleros de Gdansk lideradas por Lech Walesa. Cual las murallas de Jericó, que se desplomaron ante las trompetas de Israel, las protestas polacas aflojaron irreversiblemente los cimientos del Muro de Berlín.

Siempre he admirado mucho a los pueblos checo, húngaro y polaco. Todavía hoy, puede hallarse más vocación comunista en España, Francia e Italia, que lo que podía encontrarse de tal en Checoslovaquia, Polonia y Hungría hace 30 años. Esos tres países fueron sometidos a la fuerza por el imperio estalinista a los destinos de la ideología roja.

El levantamiento húngaro de 1956 fue espontáneo, y se proyectó contra las autoridades comunistas que dirigían el país y la sovietización de la nación. Ocurrió desde el 23 de octubre de 1956 y duró hasta el 10 de noviembre de ese mismo año cuando los tanques soviéticos aplastaron la sublevación.

La revuelta comenzó cuando un grupo de estudiantes protagonizó una marcha de protesta contra el gobierno, desde el centro de Budapest hasta el Parlamento, acompañados por un vehículo sobre cuyo techo un altavoz difundía Radio Europa Libre.

Radio Europa Libre fue una emisora fundada por el Congreso de los Estados Unidos para proveer de información a los ciudadanos, aquella censurada por los gobiernos comunistas de los países de la recientemente establecida, en términos geopolíticos, Europa del Este. La emisora estuvo en el aire desde 1949 hasta 1995 cuando para entonces considerada concluida la Guerra Fría mudó sus operaciones de Münich al Sur de Alemania en la región de Bavaria y desde donde su señal cubría a los países citados e incluso a la Unión Soviética, a Praga, la capital de la República Checa (allí se encuentra todavía). Naturalmente, durante años, la Unión Soviética generó un fuerte sistema de interferencias contra la señal de la emisora. Radio Martí, el Programa Especial de la Voz de América para Cuba, tiene sus antecedentes en Radio Europa Libre, y también ha recibido el mismo trato de intercepción por el gobierno castrista.

Los jóvenes lograron entrar en una emisora para difundir sus demandas de libertad y el cese de la ingerencia soviética en el gobierno, y fueron detenidos. Cuando una multitud se reunió frente al edificio para exigir la liberación de los demandantes, la Policía Secreta húngara disparó contra la manifestación. Esto degeneró en desorden y violencia general que se extendió por todo el país y así comenzó una batalla popular contra la Seguridad del Estado húngara, conocida por las siglas AVH, y las tropas soviéticas establecidas en el país. Las revueltas fueron simbolizadas por la bandera húngara con un hoyo al centro, porque los insurgentes removieron con tijeras el escudo de armas de la república comunista húngara.

Los insurgentes derribaron estatuas de Stalin, encarcelaron a los miembros de la AVH y a los dirigentes comunistas y hasta ejecutaron a algunos, a la vez que liberaron a los prisioneros políticos. El Partido Proletario Húngaro, que así se llamaba miméticamente el partido comunista que regía el país, fue disuelto.

Eventualmente la revuelta logró hacer caer al gobierno comunista húngaro, y el nuevo en armas manifestó su intención de separar al país del Pacto de Varsovia y de convocar a elecciones libres. Para finales de octubre habían cesado casi todas las protestas y las luchas callejeras, y una sensación de normalidad empezó a percibirse en todo el territorio nacional.

Imre Nagy, se convirtió en el primer ministro.

Pero bajo el mantel, mientras el Politburó húngaro parecía sometido y aceptó negociar la salida de las tropas soviéticas, secretamente, con la cooperación de Yuri Andrópov —a la sazón embajador de la Unión Soviética en Hungría y luego "presidente" de la URSS tras la muerte de Brezhnev—, éste reclamó la presencia del ejército de la potencia comunista del mundo que, desde Moscú, ordenó el aplastamiento con tanques de guerra el alzamiento magiar.

El 4 de octubre una bien armada fuerza del Ejército Rojo irrumpió en Budapest y en otras ciudades de Hungría y éste en realidad, fue el instante amargo del levantamiento del ‘56. Inmediatamente la resistencia patriótica húngara se movilizó y rechazó la invasión de tanques soviéticos, pero para el 10 de noviembre los cañones y las cremalleras de los panzudos T-34 literalmente la aplastaron. Unos 2,500 ciudadanos murieron durante el enfrentamiento —también unas 700 tropas soviéticas—, y más de 200 mil húngaros huyeron del país y se convirtieron en refugiados en la fronteriza Austria. Para enero de 1957 el nuevo gobierno húngaro títere de la Unión Soviética con János Kadar a la cabeza, estaba en control del país.

Nagy fue detenido y posteriormente fusilado por traición a la patria.

Cuando el comunismo cayó en 1989, con el establecimiento de la Tercera República Húngara, el 23 de octubre fue declarado fecha nacional (sin embargo, el monumento ante el parlamento, erigido en 1991, cita el 25 de octubre).

Con la invasión soviética a Budapest, la URSS envió un mensaje al resto de los pueblos de los países en su órbita, de que no tolerarían ni la más mínima disidencia de la hoz y el martillo.

Analistas creen que el levantamiento de Hungría de 1956 fue estimulado por la sensación de debilidad que sin proponérselo lanzó la Unión Soviética en transición post-estalinista, pues Stalin había muerto tres años antes y se intuía que tras las murallas del Kremlin crepitaba una pugna por el poder.

Los soviéticos aplastaron el alzamiento húgaro y también el checoslovaco, pero a la larga, décadas después, se impusieron la libertad y la democracia. Todo visitante amante de estos valores, que pase por Budapest, debe hacer un alto en la jornada y acudir a este monumento, y también al que está en frente, el del puentecito con la estatua de Nagy, que mira optimista hacia el Parlamento, y nos recuerda su sacrificio.

¿Veremos algún día a los cubanos de La Isla demandar libertad ante los tiranos de 50 años que los esclavizan, ondeando banderas de la nación agujereadas en señal de protesta?

Aunque ya es hora, todavía está por ver...