DUSTY SPRINGFIELD:
Alma y Corazón de los '60

por PEPE FORTE
publicado en Mercado del Disco/Abril 1999

Los autos comenzaron a ser definitivamente cuadrados, los aviones a deshacerse de las hélices, las faldas a hacerse cortas, los tocadiscos portátiles, y la gente, por primera vez en la historia del mundo, a ser joven de verdad. Eran los años ‘60, la década más trascendente del siglo XX, la época que enmarcó a Dusty Springfield como una de las voces femeninas más sobresalientes de la historia de la música Pop.

La cantante británica falleció la noche del 2 de marzo, a los 59 años, víctima de cáncer de mama, en su casa de Henley-on-Thames, en el Condado de Oxfordshire, en el Sureste de Inglaterra, llevándose tras ella toda una era.

Su verdadero nombre era Mary Isabel Catherine Bernadette O’Brien. Nació en Londres el 16 de abril de 1939. Su carrera musical la comenzó en los años ‘50 cantando para el trío Lana Sisters. Pero no es hasta 1963 cuando se convierte en una celebridad gracias a la canción I Only Want To Be With You, (que tantos remakes tuvo luego; posiblemente, el más famoso de todos, el de Bay City Rollers, en 1976), cuya popularidad tuvo mucho que ver con el programa Top of the Tops de la televisión británica. A partir de entonces, Dusty fue una superestrella.

También integrante —en la división femenina— de la llamada “Invasión Británica” a los Estados Unidos, compositores como Burt Bacharach, Randy Newman y Carole King se disputaban su voz.

Rápidamente, Dusty colocó en los charts una veintena de éxitos, entre los que destacan Mockingbird; Anyone Who Had a Heart; Wishin’ and Hopin’; Who Can I Turn To, y el súper hit You Don’t Have to Say You Love, más conocida por Believe Me, originalmente italiana —Io Che Non Vivo (Senza Te)— a la que sus amigos Vicki Wickham y Simon Napier-Bell le pusieron letra en inglés.

La original Io Che Non Vivo, escrita por Pinno Donaggio y Vito Pallavachi, fue estrenada públicamente e interpretada por el primero como una de las piezas competidoras del Festival de San Remo, en 1965, donde obtuvo el 7mo. lugar (en Italia luego sí fue No. 1). Dusty Springfield, que participó en el evento, estaba en el público cuando Donnaggio cantó la canción y, a pesar de que no entendió ni una palabra de la letra, al escucharla, emocionada se echó a llorar. Escurriendose las lágrimas negras de su espeso maquillaje en los ojos, decidió grabar la canción. Todo un batazo...

Su disco Dusty in Memphis, grabado en Estados Unidos en 1968 es, sin duda, no sólo uno de los más notables de su carrera, sino uno de los más importantes de la década de los ‘60.
Dusty Springfield representó más que una era en música: sus vestidos chillones, su característica melena rubia teñida y sus ojos excesivamente acicalados, fueron su sello personal.

Pero los sixties se acabaron. Los años 70 no eran para ella ni para su estilo... y Dusty empezó a empolvarse. Simplemente, con la explosión del verdadero rock —clásico, al mirarlo hoy retrospectivamente— aquel tono musical candoroso y hasta ingenuo y trivial que la generación que lo animó creyó juvenilmente pícaro, murió. Hay críticos que atribuyen el fading out de Dusty Springfield a su bisexualismo confeso en una época en que el mundo no estaba preparado para escuchar tales franquezas —lo dijo en 1975, en una entrevista con Ray Coleman para el Evening Star de Londres—; pero ésa no es la razón: El panorama musical cambió radicalmente casi de la noche a la mañana, y ella no hizo el crossover.

En 1970 Dusty Springfield abandonó el Reino Unido para irse a vivir a Los Angeles, California, EE.UU, donde permaneció durante más de quince años. Dusty, como tantas luminarias de entonces, sucumbió al alcohol y a los barbitúricos, a la depresión y hasta intentó suicidarse. En 1978, bajo Mercury, grabó el disco It Begins Again, un intento, como su propio nombre señala, por reanimar su carrera. Mas, a pesar del esfuerzo de compositores como Bayer Sager e incluso Barry Manilow, fracasó comercialmente. Más tarde siguieron otras tentativas.

A finales de los 80 volvió a Inglaterra y, en 1994, poco después de grabar el que sería su último disco, A Very Fine Love, que incluía un dúo con Daryl Hall, le diagnosticaron cáncer de mama, que consiguió eliminar un año después gracias a un tratamiento de quimioterapia pero que, lamentablemente, reapareció en 1996.

Dusty fue la perfecta cantante pop. Cliff Richard la llamó “La Negra Blanca”, por aquel estilo próximo al de Martha Reeve, pero un poco más washed-out (cierto: en Dusty fundían el R&B con el soul irlandés). Burt Bacharach dijo, “sólo tenías que escuchar una o dos notas y ya sabías que era ella”. Y Petula Clark, su más aguda rival, la intérprete de Downtown y Don’t Sleep in the Subway, a la que tan a menudo los profanos confundían con Dusty, expresó: “Era fácil imitar a Dusty en el corte y color de cabellos, en el maquillaje de sus ojos a lo oso panda... pero en la voz, en eso sí que era imposible de imitarla”. Pero nada tan justo como lo que expresó de ella el legendario compositor Jeff Barry: “¿Las Mariah Carey y las Celine Dione..?, Dusty empezó todo eso. Hoy hay tres o cuatro divas tratando de sobreponerse una a la otra. Es como un combate aéreo o como un torneo de gimnasia. Pero Dusty cantaba la letra de sus canciones, no sólo las notas. Y para mí, eso es una cantante”.

¿Quién extrañará eso? Pues, anyone who had a heart. Believe me.

Volver arriba >>