CLICK HERE OR ON BANNER BELOW TO RETURN TO ARTICLES INDEX

 
Fábula del perro en el techo y el embajador muerto

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial
EL ATICO DE PEPE, de lunes a viernes de 5:00pm a 6:00pm ET,
por la 710 AM,
en Miami, Florida, una emisora de Univisión Radio

Posted on Nov.6/2012

Parece el título de un cuento de Mark Twain pero no y, además, está muy lejos de ser gracioso.

Ahora que Estados Unidos vota por el que será el presidente del país por los próximo cuatro años, alguna prensa, algunos demócratas y algunos seguidores de Obama han vuelto a recordar el episodio del perro de Romney, en un intento por crear una imagen inhumana del candidato por el partido republicano a la Casa Blanca.

En junio de 1983, Mitt Romney, su esposa Ann y sus hijos hicieron sus tradicionales vacaciones de verano. Salieron en auto de la casa de la familia en Belmont, Massachusetts hasta Beach O’Pines, en Ontario, Canadá, a visitar a sus padres. Fue un recorrido de unas 620 millas que agotaron en 12 horas. Por entonces la mascota de la familia era un bello ovejero irlandés de nombre Seamus que, para el viaje, Romney colocó en una jaula para animales en el techo de su station wagon, un Chevrolet Caprice.

Romney también agregó un parabrisas o deflector delante del habitáculo.

La historia, para desmoralizar a Romney, fue puesta inicialmente sobre la mesa por Newt Gingrich, candidato republicano primario a la elección del 2012, y recalcada también por Rick Santorum, en el mismo bando político; ambos en ese punto eran rivales de Romney.

El detalle del deflector para proteger al perro del viento —la mascota viajó pues del mismo modo en que otros canes lo hacen en la cajuela de una camioneta—, fue primorosamente eludido por la prensa.

El 11 de septiembre de este año, un grupo extremista fuertemente armado atacó la misión diplomática norteamericana en Benghazi, Libia, a consecuencia de lo cual murieron el embajador norteamericano en el país Christopher Stevens, el oficial Sean Smith, y los custodios Glen Doherty y Tyrone Woods.

La administración de Obama demoró dos semanas en reconocer que se trató de un acto terrorista organizado hasta el mínimo detalle por Al Qaeda para celebrar el 11 aniversario de Septiembre 11 —su número predilecto, detalle que al parecer olvidó a la CIA—, no un episodio independiente de una turba enardecida de musulamanes ofendidos por el video que ultrajó la memoria del profeta Mahoma… video del que la gente oyó más hablar que ver.

Barack Obama y Hillary Clinton se apresuraron en pedir disculpas al mundo musulmán por el video. Es decir, se apresuraron más en pedir disculpas al mundo musulmán por el video que en demostrar firmeza y que Estados Unidos castigaría el asalto.

Para el 6 de noviembre del 2012, el día de las elecciones, y a casi dos meses del golpe, ya había quedado demostrado claramente que la administración sabía que se trataba de un ataque terrorista perfilado y definido, no de un hecho violento aislado, y que la Casa Blanca tuvo tiempo para proteger a sus subordinados en Benghazi y, sin embargo, no lo hizo.

El que el gobierno saliente de José María Aznar en España asegurara al país que el atentado terrorista del 11 de marzo del 2004 en la estación de Atocha de Madrid fue obra de terrorismo doméstico (la ETA) y no de Al Qaeda, le costó la presidencia al candidato del partido popular Mariano Rajoy, y por eso los votos se los llevó el socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Definitivamente, los partidarios de Obama no se parecen la pueblo español…

El ataque en Benghazi es serio. Es el primero de su tipo que sufren ciudadanos norteamericanos después del 911. Con la única diferencia —si acaso sirviere de consuelo— que no fue tan masivo como aquél ni en suelo estadounidense tampoco. El ataque de Benghazi pues es un baldón y un triste récord para Obama y su administración, que nos acaba de romper el invicto en la lucha contra el terrorismo. Durante los 8 años de Bush, después de las Torres Gemelas, no se registró ni un incidente de este tipo.

Pero la gravedad del ataque de Benghazi desborda su presente: compromete el futuro de la seguridad del país. Al Qaeda y sus acólitos han vuelto a paladear sangre norteamericana, y acaban de poner a prueba y medir la entereza de la actual administración, y a estas alturas ya han sacado sus conclusiones y se afilan los dientes para repetir el zarpazo si Obama resulta reelecto. Ellos lo saben muy bien: las administraciones demócratas — es cosa de filosofía del partido— son pusilánimes en cuanto a adoptar posturas de fuerza en política internacional.

Es mi culpa, ha dicho maternal la Clinton…

Si el ataque de Benghazi con el embajador norteamericano hubiese ocurrido durante la presidencia de George W. Bush, ya le habrían pedido la cabeza. Empero algunos fanáticos de Obama, en la inminencia del día de las elecciones, ignoran lo que llaman the Benghazi incident —atenuando así su importnacia—, al tiempo que, agraviados, han vuelto a reflotar la historia de Romney y el perro.

Pero estos son tiempos alucinados y hedonistas en que no importa que mueran cuatro norteamericanos representando a su país en territorio hostil; peor aún… sus culpables podrían ser premiados con cuatro años más de gobierno.

De todo esto se saca una lección que aprovecharán los pillos: Si te vas a postular para presidente en los Estados Unidos, no se te ocurra poner al perro en el techo del carro…