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CASTRO celebra su cumpleaños... nosotros, lo CONMEMORAMOS

El dictador cubano, si de verdad está vivo, cumple 83 años el 13 de agosto del 2009. 50 de ellos los empleó para destruir un país y una nación. Si es cierto —según los giros del idioma—, que las alegrías se celebran y las tragedias se conmemoran, la inmensa legión de las víctimas y opositores del tirano haremos lo segundo...

Ilustración del autor/Posted on Aug. 13/2009.

Dicen que hoy cumples 83 años. Digo dicen, porque quizás estás más muerto que el mar ídem, o si acaso estás vivo a lo mejor tampoco ésa es tu edad ni el día de tu nacimiento, porque he escuchado por ahí —para nuestra desgracia— que eres más joven en realidad que la fecha del 13 de agosto de 1926 en que estás inscrito.

Pero quedémonos con ésa...

13. Si no fuese un número de mal agüero como lo es en nuestra cultura, con tu funesto nacimiento —¡oh, qué contradicción semántica!— se habría convertido anyways en tal después. Del mes de agosto no sé que decir, pero del 1926 siento lástima, porque fue un año que ha quedado en los anales de Cuba como el de un desolador ciclón sin nombre, cuando la verdadera tragedia de ese año no fue el meteoro, sino tu llegada al mundo. Para robar cámara, nadie mejor que tú, desde chiquitico...

Pero allá están, en La Habana, celebrando tu octagésimotercero onomástico con una exhibición fotográfica —creo que justamente con 83 imágenes tuyas... ¡qué guatacas, por Dios!—. Fotografías que, con tu ego desmedido, ya has establecido en la mente de tus admiradores que no son grandes gracias al talento de cada fotógrafo y a las virtudes ópticas de cada cámara y lente, sino porque tú eres esas fotografías. Eso es el presente de galería. En casa supongo que te hayan agraciado con un buen paquete de pampers, que los regalos cambian con la edad...

83 años, caramba. 83 años que, para todo lo que sirven es para que uno se pregunte por qué demonios en la vida hay seres como tú, que fueron una calamidad. Y perdona si a menudo me dejo llevar por el wishful thinking y hablo de ti en pasado, como si ya no estuvieras aquí. Y excusa también que te tutee, pero como recuerdo que cuando Ted Turner te entrevistó tú lo tocabas por la rodilla y le decías, "mira, Ted", en vez de Mr. Turner, creo que yo, ya sabes, tengo también mi derecho a confianzudo

En fin, que nada hay que celebrar de tu paso por la vida —menos mal que sólo por Cuba a pesar de tus mesiánicas ambiciones universales—. Tu inventario de dañinos disparates de orate con talento para llegar al poder omnímodo, antes y después de éste, es más largo que la lista de romances de Don Giovanni en la ópera de Mozart.

Cambiaste el rumbo de una nación, reinventaste a Cuba para mal. Una isla con una fuerza centrífuga emocional poderosa que hacía de la emigración un fenómeno desconocido para los cubanos, la invertiste a centrípeta desde 1959 para despedir a sus habitantes a toda latitud, como un enloquecido surtidor lanzagente. 50 años después —y también desde antes— convertiste a la valija en las neuronas que dominan el cerebro del cubano contemporáneo, que no piensa en otra que largarse de la tierra que le vio nacer. Hoy hay cubanos en Sri Lanka, en Islas Seicheles, en la Siberia y donde menos se lo imagine uno. Las familias quedaron divididas en todo sentido imaginable —no sólo la separación física—, y hasta transmutaste los hábitos alimentarios criollos. Tu prontuario de prohibiciones va de lo trágico a lo absurdo.

Más allá de la libertad de toda índole, se te antojó cercenar por pernicioso según tu propia visión cualquier placer y aspiración. No nos dejaste hablar ni oír sino tu discurso. Nos desgajaste del mundo y llevaste a la máxima dimensión el carácter intrínseco de una isla: el aislamiento. No nos dejaste escuchar a Los Beatles ni ver al hombre en la Luna —ya sé, para ti era sólo un yanqui en Selene...—. Nos sometiste a los racionamientos materiales más severos y largos de ninguna nación en el mundo, y sovietizaste nuestras vidas hasta donde el carácter relajado del cubano te lo permitió. Le hiciste creer a las nuevas generaciones que "vivir bien" era una afrenta mientras que les impusiste la doctrina de que lo genuino era supervivir hacinados, promiscuamente, sudorosos, hambrientos y a oscuras. ¿Y tú? Pues feliz. Nunca un chiquillo cruel y curioso que émulo de Mengele martirizaba lagartijas en el patio de la casa tuvo luego de adulto la oportunidad sin par de agenciarse un país entero para sí mismo para experimentar y convertirlo en enajenado laboratorio. Y no con conejillos de India sino con seres humanos.

Como Moisés, aunque sin necesitar ver la gloria de Dios, te inventaste un decálogo de penitencias para el pueblo cubano: No comas; No bebas; No vistas; No luzcas; No viajes; No compres; No gastes; No juegues; No ganes; No fumes.

Fuiste mal hijo, mal padre, mal esposo, mal amigo —no me digas que no, que los has mandado a fusilar— y para colmo de males, como dice Carlos Franqui —y yo le creo— hasta mal palo, y eso es algo que junto con ser pesao es la mayor desgracia existencial que le pueda acontecer a un cubano. Y esto me conduce a una duda: como tampoco eres gracioso, sino más bien luctuoso, numantino, solemne, y siempre le estás hablando de la muerte al pueblo que no toma nada en serio y que inventó la salsa... coño, viejo, ¿serás cubano? Yo creo que no, que de ahí probablemente te viene el empecinamiento en castigar a tres generaciones de supuestos compatriotas. La roña es uno de mejores tus atributos.

Tenías jettatore, esa definición italiana para quienes diseminan la mala suerte, pero que no la padecen. Porque déjame decirte que eras la quimera del suicida: un doble abrazo tuyo al pie de la escalerilla de un avión en el aeropuerto de Rancho Boyeros en La Habana, fundía como cuando lo hace un corto circuito a una bombilla eléctrica al más saludable y firme de los visitantes. Todo a quien abrazaste con aquella chamarreta verde oliva y anti-balas que usabas en un país donde no había ni un hollejo que tirarte, lo mandaste al otro mundo o al infortunio, como hacía el fatídico jacket del cuento popular jamaicano "El Ángel Negro". Así "fundiste" a Ben Bella, a Allende, a Yuri Gagarin, a Boumedién, a Bishop, a Zamora Machel y a todos y cada uno de los líderes y figuras del mundo comunista de los años 60, 70 y 80 a los que les prodigaste el fatídico estrechón. Cuestión de tiempo y... ¡fuácata!, el abrazado se jodía...

Si de verdad vives, ¿hasta cuando piensas hacerlo? ¿No te avergüenza que hayas enterrado lo mismo a acólitos que enemigos, a buenos y malos, y a más jóvenes o más viejos que tú? ¿Eres tan egocéntrico que hasta la longevidad —achaques incluidos— la quieres toda para ti solito? ¿No te da pena el pobre Michael Jackson..?

83 años han pasado, de los cuales empleaste 50 en convertir a Cuba en un almacén sin fondo de destrucción y miserias físicas, materiales y espirituales, de toda especie. 83 años... wow! ¡Cuántas velitas que apagar! Sólo espero que en tu terquedad de vivir me complazcas con otro de esos ridículos que tan bien has protagonizado en los últimos años —como tus estrepitosos destarres—, aunque sea en la intimidad de tu bunker de convaleciente y yo nunca me entere, porque... ¿podrás soplar 83 velitas sin que se te escape un pedo?

 
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