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Cae la bandera a cuadros para
CARROL SHELBY
Muere el último patriarca de los capítulos más contemporáneos no sólo del automovilismo deportivo, sino de la historia del automóvil

Por PEPE FORTE, editor del Canal de Autos de iFriedegg.com
y conductor del programa radial AUTOMANÍA de WQBA 1140AM,
una emisora de Univisión Radio.
Miembro fundador de SAMA.

Posted on May 12/2012

Ha pasado tiempo, demasiado tiempo, el suficiente como para que el capítulo más contemporáneo de la historia norteamericana del automóvil transite una insípida senda carente de nombres trepidantes que otrora la protagonizaron. Ya hace años que murieron Henry Ford y su archienemigo conceptual, el no menos genial Harley Earl; y también han muerto ya Louis Chevrolet, David Buick, William Durant, Walter Percy Chrysler, los hermanos Dodge, Raymond Loewy, y Zora Arkus-Duntov, que comparten posición en una nómina vibrante de otros gestores que ahora obviamos.

Ya no son estos aquellos tiempos...

Posiblemente uno de esta era que suena con el brillo de antaño es Bob Lutz, por revolucionario, visionario y atrevido. Pero el único que todavía hoy llevaba sobre su cabeza aquella aureola de los gigantes fundadores de los más apasionantes episodios de esa emoción sobre ruedas se llama automóvil, es Carrol Shelby. Porque Shelby no sólo fue un piloto, sino un fabricante.

Carrol Shelby acaba de morir, el jueves 10 de mayo del 2012, en el Baylor Hospital en Dallas, de su natal Texas, a la edad de 89 años. Había nacido el 11 de enero de 1923 en Leesburg, y encarnó la quintaesencia de las carreras, porque fue a la vez, como anticipamos arriba, un gran piloto de carrera y un gran diseñador de automóviles. Shelby pertenece a esa generación de norteamericanos, una especie lamentablemente acaso en extinción, hombres emprendedores, que escogieron en lugar del inerte papel de espectadores, el enérgico de ser protagonistas.

Su padre era cartero, pero él quería para sí no la lenta velocidad de la correspondencia sino la instantánea del hilo telefónico. De modo que sobreponiéndose a una infancia enfermiza, de joven, ya hormonal y vigoroso por su propia voluntad, se alistó en la Fuerza Aérea Norteamérica (por entonces llamada FAA en vez de USAF), cuerpo para el sirvió en la Segunda Guerra Mundial como instructor de vuelo y piloto de pruebas. Cuando terminó la conflagración, se retiró con el grado de Segundo Teniente.

Shelby se embarcó e varias empresas después de 1945: probó suerte en el negocio de la basura, en la explotación petrolera y hasta en la cría de gallinas, pero en todos estos intentos, por una razón u otra fracasó. Su futuro estaba al volante de bólidos y también en los ruidosos talleres de mecánica convertidos por él en laboratorios de magia donde reconfiguró autos comunes para convertirlos en auténticas máquinas de carrera.

Comenzó a correr como amateur no ya tan joven, en los años 50, y pronto se convirtió en piloto para Aston Martin y Maserati. En la Copa Mundial de Fórmula, Shelby debutó en la sexta carrera de la temporada de 1958 (que era la novena de la historia), peleando por el Gran Prix de Francia en el verano de ese año, en el circuito de Reims-Gueux. En total, Shelby participó en ocho lides, de las que obtuvo el cuarto lugar. Pero tras retirarse —de nuevo por problemas de salud— en 1959 del mundo de las competencias, Shelby se envolvió en lo que más agradecen los fanáticos de los automóviles: en la fabricación de coches veloces y de carrera. Y también abrió una academia para corredores.

Al obtener la licencia para importar autos de carrera ingleses de AC Motors of England, a los que dotó de motores Ford, ahí puede decirse que nacieron los fabulosos “transformers” Shelby. El pionero, el AC Cobra, posteriormente conocido como Shelby, o Shelby Cobra, es sin duda hoy —y desde hace mucho tiempo— un vehículo antológico en su género. Desde entonces y hasta el presente, las versiones Shelby de diversos autos no pueden ser ignorados a la hora de citar los grandes portentos del segmento que ha conocido la humanidad, aunque de todos posiblemente los más notables sean el Ford GT y el Ford Mustang Shelby Cobra. A vuelo de pájaro, algunos de los mejores ingenios de Shelby que una antología de sus frutos no podría ignorar son: el Aston Martin DBR1 de 1959; el AC Cobra de 1962; el Cobra Daytona Coupe de 1964; el Cobra 427 de 1965 y, de ese mismo año el clásico Shelby Mustang GT350; el Ford GT40 Mk IV de 1967; el Dodge Shelby GLHS de 1986 —que podría ser considerado la simiente del Dodge Viper RT/10 de 1992—, y más recientemente la resurrección del GT en el modelo del 2005 y el GT500 para el 2013. Con su característico estilo de coches en azul con franjas blancas o viceversa, los Shelbys son vehículos por igual adorables en styling que respetables por su velocidad en el universo de las carreras.

De poner en un platillo de una balanza el éxito de Shelby como piloto, y en otro el relativo a la construcción de autos, este último es el que denunciará más peso. Pero su experiencia y talento como corredor resultaron capitales para que echara a andar una incubadora de bólidos.

Shelby, junto con Earl y Arkus-Duntov, representan la tríada que más hizo por importar el sabor de carrera europeo, de Fórmula, del que Estados Unidos, aún siendo en los años 50 la potencia automotriz del planeta, era incapaz. Por entonces, la nación disipaba sus entusiasmos por la velocidad en los nobles —y cuasi titánicos— Hudsons fundadores de NASCAR, pero sin duda burdos como cachalotes disfrazados de gacela, si comparados con los gráciles Alfa-Romeos y Ferraris contemporáneos.

Probablemente Carroll Shelby sea el último patriarca de lo más genuino y emotivo del universo del automovilismo deportivo. Aquí en la Tierra, Shelby ha pasado por debajo de la bandera a cuadros. Pero en el cielo de ahora en adelante, cada vez que escuchemos el más sonoro de los truenos, podemos apostar a que no lo es, sino el espíritu de Carrol Shelby ya sin límites ni fronteras, cruzando la bóveda celeste al volante del más rugiente de sus maravillosos carros, fugaz como el relámpago que le antecede... que para él no aplica la frase "descanse en paz".

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